lunes, 7 de noviembre de 2011

¡Gung ho! amigos

La primera vez que vi el excelente video de Ken Blanchard y Sheldon Bowles, de inmediato entendí que su aplicación práctica en la labor educativa era una solución probable a muchos de los problemas que enfrentan las organizaciones de Educación superior en nuestro país. Andy “garra grande” y sus extrañas ideas acerca de la administración y el liderazgo nos demuestra que el “espíritu de la Ardilla”, “el método del Castor” y el “don del Ganso” pueden llevar al éxito a cualquier organización que las emplee con coherencia.

A Peggy Sinclair “la Bruja del Oeste”, amiga de Andy,  le es proporcionado este conocimiento, con el cual supera los retos planteados por el gerente de la Compañía.

El primer paso a dar, es poner en práctica el “espíritu de la Ardilla”. Las ardillas son animales que trabajan con tesón e incansablemente recopilando y almacenando las bayas y nueces que necesitarán para sobrevivir en el invierno, ésta es clave de su éxito como especie; están conscientes que su trabajo es más que importante, saben que es vital para la continuidad de su género, saben que lo que hacen “vale la pena”; por tanto, están motivadas y el trabajo que realizan es esmerado y copioso.

Me pregunto, ¿qué pasaría si todos los responsables de la educación del futuro de nuestra “especie”, estaríamos conscientes de la responsabilidad crítica de nuestra labor y que ella contribuye decisivamente al desarrollo de nuestro país, si estaríamos convencidos que “vale la pena” formar profesionales idóneos y que las nuevas generaciones logren alcanzar niveles de bienestar y desarrollo que nosotros mismos hubiésemos querido tener? Naturalmente, trabajaríamos como ardillas.

Trabajaríamos pensando y reflexionando sobre lo que estamos haciendo y dejaríamos de ser autómatas que repiten una y otra vez el mismo error en cada período académico, sin darnos cuenta. Dejaríamos de hacer reestructuraciones curriculares sin evaluar los resultados de los “experimentos” anteriores, dejaríamos de ver a nuestros alumnos como “clientes” y los veríamos como la continuación de nuestra propia existencia, porque un alumno con una formación no pertinente, es una vida truncada, parte del futuro de nuestra “especie” desperdiciado y la esperanza de nuestro país desestimada.

El segundo paso es proceder como los castores, que no necesitan supervisión para hacer bien su trabajo; siguiendo su ejemplo los docentes prepararíamos oportunamente las sesiones de aprendizaje y el material que los alumnos van a necesitar y organizaríamos el desarrollo del proceso enseñanza-aprendizaje de manera efectiva.